Es un bar que me recuerda a los veranos de mí infancia. Hacia mucho que no venía a Calatayud y lo primero que he hecho es ir. Hay un nuevo dueño muy atento y educado y nos hemos comido unas gambas rebozadas de 10. A la vuelta repetimos.
El lugar es un clásico donde está ubicado, aunque ha ido pasando por diferentes dueños a lo largo del tiempo. Los dueños actuales son muy simpáticos y trabajadores, llevan bastante bien el local.
El local en si es algo pequeño, pero suplen ese espacio con unas terracitas fuera cuando hace buen tiempo.
Tienen bastantes productos que se diferencian del resto de bares de Calatayud. Una de sus especialidades es el bocadillo campero: un bocadillo circular con lechuga, tomate, cebolla, huevo, bacon, etc y un producto principal que puedes variar entre los que se encuentran pechugas, lomo, hamburguesa, etc.
Las patatas con queso están muy buenas también y te lo sirven en un cuenco de barro.
Para finalizar cogimos un te moruno, un te característico que te preparan en este bar. Está muy suave y dulce.
Los precios están muy ajustados para el producto que dan, siendo que por ejemplo el bocadillo campero vale 10€ y prácticamente comen 2 personas.
Sin duda volveremos a comer en este bar y espero que al dueño le vaya estupendamente. Viene de fuera y los comienzos siempre son difíciles.
Hemos cenado muy bien, el camarero muy atento y rápido, siempre pendiente. Calamares caseros y la salsa tipo ali Oli riquima.
La tapa de queso de cabra con confitura de tomate muy recomendable. Fuimos recomendados y volveremos.
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