Es un restaurante de lo más peculiar, con una decoración rural, construcción en piedra y gastronómicamente impresionante, con una calidad envidiable en cada plato y un servicio de lo más original por parte del propietario, Carlos; cercano, divertido y profesional.
Un menú degustación muy variado y diferente, con platos como pinchos de jabalí o albóndigas de corzo, acompañados de tomate natural o calabacín a la plancha, y unos postres que no permiten dejar nada en el plato.
El acceso en coche es algo complicado, está en una calle muy estrecha, pero hay aparcamiento en una plaza cercana.
Totalmente recomendable vivir esta experiencia gastronómica.
Nos encanta este restaurante. La comida espectacular casera con sabores riquísimos, productos de primera calidad, muy variados y lo mejor, el menú degustación, tu te sientas y Carlos te va sacando platos a cada cual más rico. Carlos te trata como si estuvieras en casa. Una familia de diez. Un lujo de cocina por 25€ y un trato inmejorable
Rafael Zayas Muñoz-Cobo
+5
Menuda sorpresa.
Hace 25 años, en el barrio judío de París entré en un restaurante y el dueño me dijo: -Aquí no hay carta, aquí se come lo que yo cocino- y viendo las fotos con la Monroe, Elvis, el Rey, Kennedy, Bogart, Delon… nos fiamos y fue fantástico.
Pues aquí igual.
Entramos, todas las mesas marcadas con agua y abundante y delicioso pan candeal y -¿Es la primera vez? Pues vais a comer…-.
Piquillos rellenos, calabacines rellenos, croquetas, caracoles (impresionante salsa), borrajas, pochas con setas, bacalao a la riojana, cordero asado y una tarta de queso frosting y leche frita.
Cuando me he identificado como cocinero, nos han regalado una botella de vino.
El trato amabilísimo y cercano.
Una maravilla. Volveremos con amigos.
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