Fui ayer a este banco porque necesitaba pagar un recibo del ayuntamiento y pedir dinero para cambiar mi automóvil por uno nuevo. No tengo palabras (de ahí mis cinco estrellas) para definir bien con cuánta amabilidad y sosiego me explicó la joven empleada el estrecho margen que tengo para que ella pueda atender la primera de mis demandas, el pago de cualquier recibo. Desde luego no en este momento que me estaba dedicando, sino en otro. O, mejor, que lo domiciliara y así el dinero volaría solo. Para el préstamo del coche, bueno… Es que eso lo resuelven mejor las financieras adscritas a los concesionarios de automóviles. Aquí, considerando que ya tengo hipoteca sobre mi única propiedad y un préstamo personal y un seguro de hogar, necesitaría un avalista que se comprometiera a pagar las cuotas, caso que yo no pudiera, da igual la causa; incluso con garantía de un inmueble suyo —no importa si es su vivienda habitual y la de su familia— que esté libre de cargas, eso sí. No sé de qué manera agradecer tanta información y el tiempo que ma ha dedicado: era ya evidente que ni iba a pagar mi recibo ni a recibir un céntimo, así que lamento de veras haber hecho perder tan valiosos minutos a alguien que nada puede hacer desde detrás de esa mesa sino captar seguramente una presa de mayor peso. Por eso, el otrora citado empleado, que ya tendrá más experiencia como pescador, no pierde el tiempo con pececitos de colores.