Fuimos 6 personas para comer (4 adultos y 2 niños). Nada más entrar nos comunicaron que no nos podían atender hasta las 14:00 (eran las 13:30) y decidimos quedarnos para tomar algo. Aprovechamos para admirar la decoración, instrumentos musicales de la colección de los dueños (piano de finales del siglo XVlll, varios acordeones, panderetas, violín, guitarra etc) zuecos muy originales de la fábrica Eferrio de la zona, una colección de vinos que muchos restaurantes de alto nivel la envidiaría. Nos sorprendió la carta-inexistente. La explicación de la dueña fue muy sencilla: cocina de mercado, de buena calidad que no necesita carta.
Los entrantes fueron espectaculares: croquetas caseras de cocido con melocotón, tosta de pan de semillas con queso y mermelada de pimiento del piquillo, queso de la zona con anchoas y nueces, ensalada de brotes tiernos con una vinagreta casera que le sentaba genial a la mezcla de queso de cabra y frutos rojos. El segundo plato fue secreto y presa ibérica con patatas fritas caseras. El único “pero” es la salsa verde que no le gana mucho. Volvieron a sorprenderme con la colección de helados y el culan de queso parmesano. El café espectacular también. Muchas gracias. Repetiremos seguro🙏🏼
Súper bien!!
Comida 100% casera.
No hay carta ni precios, viene la camarera y te expone lo que tienen.
Estaba todo buenísimo, especialmente las croquetas y la tosta.
Quizás el servicio un pelín lento, pero la vale la pena esperar por lo buena que está la comida.
Para repetir!
La comida está exquisita, todo lo que probamos estaba muy bueno. La ensalada nos sorprendió lo elaborada y rica que estaba.
Nos dejamos aconsejar por la dueña y fue un acierto.
El trato es muy familiar.
También tienen menú del día.
Volveremos!
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