Pepe, el dueño, nos recibió en su casa, con trato cercano y amable , explicando la carta y cada uno de sus platos. Ha sido todo un placer comer allí por el trato, la comida y el servicio. A resaltar el pato, las alcachofas y las orejas, pero no quedan atrás las croquetas que se comió mi peque. Y como broche final una visita guiada por las cuevas que hay justo debajo. Seguro que volveremos.
Toda una experiencia!!! Pepe te explica sus platos como si hablara de sus hijos y te transmite toda la pasión que pone en ello.
Yo personalmente agradecería menos adornos en los platos, no les hace falta.
Cambiamos de plan a última hora de la tarde y encontramos este restaurante a veinte kilómetros de nuestra posición.
La acogida fue buenísima. Nos recibió la camarera y después el dueño nos presentó la carta y nos recomendó algunos platos.
El lugar, la acogida, la atención y la comida de diez. Los baños muy limpios (ese detalle suele descuidarse mucho). Todo de 10.
El precio cae a un segundo plano si la comida es tan rica.
Pagamos unos 70 euros por una cena que recordaremos. Totalmente recomendable.
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